ESTE BLOG ES DE CIENCIA FICCIÓN

martes, 8 de diciembre de 2009

Calle Cañada nueva, 43. San Lorenzo de El Escorial


Desde hace un par de meses tengo una nueva necesidad. Es como otra afición que ha nacido en mi interior. Hablar de esto evidencia mi locura, pero es sincera y, aparentemente, nada dañina. En estos meses, que corren hacia lo que ojalá sea la meta cumpliendo veinte años, he cosido errores y consejos para aventurarme, en cada uno de los espectáculos, de una manera más segura y firme. Sin embargo, las citas han estado llenas de espontaneidad –y es que de alguna manera han sido treinta segundos de comedia a modo de gag americano (aunque por el sexo lo incluiría en el cine español)- pero que, con todo, a mí se me han hecho largas, emocionantes e intensas. Y de todos, ¿cuál ha sido el mejor? Si fuera aquí tan frívolo como aparento en la vida real, haría una lista basada en criterios materiales. De alguna forma no es lo que apetece. Se me antoja ahora pensar en alguien ajeno a todo esto, al que no le guste ponerse delante de las cámaras ni hablar en los platós que se crean a las puertas de Elástico, Stardust o Bisú. Y si solamente fuera eso lo que le diferencia… No leerá esto, ni sabrá lo que siento cada día. No tendrá fotos mías, ni se sabrá mis apellidos. De una cita a otra se le olvidará qué estudio, o eso me hará creer. Será tan borracho como yo, y fiestero, y eso es muy importante, porque es la única forma de escapar.

Porque hay que escapar. Y el día que lo haya conseguido tendré que buscar a alguien que me justifique. Que me diga que es verdad. Que haya alguien que afirme que nos vio juntos. Que todo parece mentira cuando no lo puedes compartir, así que lo grito. Porque no me voy a creer que lo único que podamos compartir sea una esquina. Que vale, que Cata y el Duque tienen su mirador, Cabano y Ruth su banco, Peyton y Lucas el lago… Vale, lo acepto, yo ya tengo un ‘donde siempre’.

¿Lo que ahora quiero que cambie? No tener que ir al Lolina y acordarme de cómo terminaba y empezaba una historia de la temporada pasada, ni tampoco tomar una Heineken que no está marcada con mi nombre, o recordar tantas historias que ahora… ahora no significan nada. Aunque en la llamada por justificar la vida pasada, la verdad es que hay mucho de cierto en eso de que esta noche no sería lo que soy si no hubiera estado tanto tiempo desnudo en tu cama.