ESTE BLOG ES DE CIENCIA FICCIÓN

jueves, 20 de mayo de 2010

Tenemos que solucionar la noche del día después de dormir contigo.

Al principio me iba sin decir nada. Empecé a pedir algunos números. Cuando pasaban unos días llamaba o enviaba algún mensaje. Me pasé mucho tiempo buscando algo más para llenar un vacío. Tenía una curiosidad enorme por descubrir nuevas sensaciones. Sabía que en un país que hasta ese momento llamaba 'de nunca jamás' habría algo que aunque doliera me hiciera sentirme más vivo que nunca. Cuando menos lo esperaba, hace seis meses, tú me llamaste loko. Comencé a enamorarme. Es algo nuevo y distinto a cualquier otra cosa. No sé cómo es para los demás o para él, pero a mí a veces me encoge por dentro y me baña los ojos. Es la magia que tiene y que está llegando a convertirme en alguien que toca la emoción del dolor. Porque puedo dar fe de cómo se sufre cuando las puertas del ascensor se cierran y vuelvo a empezar a contar el tiempo que falta para saber de él. Y sin embargo no puedo dejar de temblar cuando me doy cuenta que estoy haciendo el amor, viviéndolo. Había algo que decía algo así como que hay que alejarse del árbol para ver el bosque. Si tienden nuestra historia por pinzas y la ponemos a secar, el sol la verá perfecta. Abrazo admitir que ya he llorado o, mejor dicho, me he emocionado. Porque todo es real. Real. Acabo de entender que enamorarse de alguien que te ama es el cupón de lotería con el premio gordo. Yo elijo no jugar más al azar porque este premio es el que he estado esperando toda la vida.


...más que una sesión de fotos.
...más que dos capítulos de One Tree Hill.

lunes, 10 de mayo de 2010

Las ganas de tenerte siempre aquí y las mismas mariposas en el estómago que en un 1x01

Oí salir de la boca de mi amiga Pho que hay que follarse a las mentes, citando a Poncela en Hache. Ciertamente creo que yo hago eso con mi novio. Follamos de mil maneras, hacemos de todo, así que seguramente ya nos hayamos follado las mentes alguna vez.

La vida que soñé, creé y me creí.

Sólo han pasado un par de semanas desde que un individuo intentó propinarme una paliza de la que no hubiera habido ninguna escapatoria. Respiraba sin esperanza cuando vi todo llegar. Esa persona había estudiado en qué momento hacerlo y sabía que yo había cambiado, que no había en mí rastro de venganza, odio, en definitiva, maldad y todos los mecanismos que me motivaban en ese gusto por causar terror. Vino sabiendo que mis defensas estaban bajas, que hacía mucho que no sentía dolor y que, desde hace muchos meses, me he vuelto más dependiente e intimista. Al acercarse, nuestras miradas ya se cruzaban y el único impulso que me quedaba inherente hizo que no aflorase ningún miedo en mi rostro. De ahí saqué un instante de tiempo, diminuto, pero eficiente para echar a volar. Y escapé.

Estoy comprobando que admitir que hay cosas imposibles no es sino una prostituta barrera que empeño en colocar. Así que he decidido vender todos los límites, y los cambio por sueños. Son pequeñas quimeras que disfruto y de las cuales permito a los demás que decidan si quieren participar de ellas conmigo. La cuestión es poner mucha ilusión y dejarse llevar. El otro día, por ejemplo, iba por la calle y, mientras me acercaba a los cruces, fruncía el ceño y ordenaba a los semáforos que se pusieran rojos y permitieran el paso al peatón, a mí, sin hacerme esperar. En el cuarto cruce funcionó. La mayoría pensará que es casualidad, que no tenemos poder para hacer esas cosas. Pobres ilusos. La casualidad no existe, y todos somos hijos de Dios.

De las historias bíblicas, de las historias de Dios, me fascinan todas las que hablan de milagros y las que invocan a amar al prójimo.