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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Love days y la sensación de que cada día es especial

Que alguien llene de emoción tu mundo. Eso es algo que, cuando te sucede, hay que agradecer. Hay que hacerlo porque te supera, porque te pierdes en unas aventuras soñadas que ponen los pelos de punta. Sentir y notar que te está sintiendo, coger su mano, agarrar la piel de su brazo a punto de pellizcar de la obsesión que te llevaría a comértelo. Ser el que pasea a su lado mientras te hace perder la noción del tiempo y del espacio. Trocear los sueños para hacerlos realidad en días eternos junto a él. Trocearlos, porque a veces da miedo saber que podrás ahogarte en él... y deseas eso. Le deseas y pides en silencio que te mire con esos ojos que te tranquilizan, te protegen y te hacen suyo. Te rindes a la libertad de saber que lo que él elija para ti será, más que lo correcto, lo mejor. Porque intenta entenderte, a cada paso, a cada tropiezo, a cada respiración. Es esa persona especial que te hace llorar de felicidad. Haz la lista de cuántas personas te han provocado eso. Sólo él. Y en ese momento te corresponde darle todo lo que tengas, disfrutando de esa manera de compartir que no tiene límites, cediendo todo a su favor, porque eso es lo único que vuelve a hacer correr la sangre por tus venas. Y ahí... lo besas sin que se lo espere. Como aquel primer beso para callarle, iniciador de los tantos otros que vendrían a acabar de enamorarme.