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jueves, 20 de octubre de 2011

Nota 1: comprar rosario para la abuela

He de reconocer que creo en Dios. Acabo de llamar a mi amona. Sí, amona, alguien ha recordado el gusto por el euskera. Mi amona dice que cada día ve la misa televisada de las doce. Qué sería de ella sin el cada día, que sería de nosotros sin ella y que sería de nuestro cada día sin sus oraciones. No habríamos llegado lejos, no lo habríamos hecho, por supuesto que no. Sea ella quien decida el tono de la orla. Sepia, b/n o color, que lo decida ella, va para ella.

Y es que ya han vuelto. A lo lejos se ve cómo se acercan los fríos días de invierno y echando la vista atrás uno ve que fue feliz. Hoy está solo, hoy no hay magia. Que putas ganas de llorar aun teniendo todo lo que deseé en la vida y es que, reconócelo, lo querías. Pide un deseo y apaga las velas, y siempre el mismo deseo, hecho ahora realidad, y nos está haciendo muertos.

Con el paso de los años sigues encerrado en el mismo sitio. Sigues enamorado de una vida que estás a punto de conquistar pero que no llega a quedarse contigo. Qué queda del niño que se levantó una mañana y saboreó el compromiso fiel a uno mismo, a querer ser la persona que había descubierto ser. Me estoy muriendo de no poder amar de la manera que me gustaría a la persona que decidió compartir su vida con la mía.

Amona, reza por mí, por el examen de mañana, y porque la vida vuelva a tener color.