ESTE BLOG ES DE CIENCIA FICCIÓN

viernes, 20 de noviembre de 2009

Desorden químico cerebral o copa de vino blanco

El trastorno bipolar, en el que se mezclan fases de euforia con periodos de depresión.


Este escrito, en prosa, en el cual intento basar la estructura en pura intención amenazante a los sentimientos. La carga poética que adquiere desde su docilidad horizontal en el ámbito visual junto a la ola de recuerdos que invoca al lector es, cuanto menos, singular a la par que natural. Quien no conozca Pisagua o a Salvador Allende podrá notar un frenesí fresco, fresquísimo, feroz. La literatura barata, porque nadie ha pagado por leer esto, es sensacional y, aunque podría verse atacada por la multiplicidad de revistas gratuitas online que van proliferando, no habrá nada como apostar por el coleccionismo de letras, frases, amuletos, que vamos encontrando en el día a día.


De repente me siento bruto y libre. Y deslizo mis manos, disfruto. Me conozco y pienso en donde quisiera estar, en qué cama, con quién. Me dibujo sueños sin ropa, humedezco los labios. En un segundo estoy dando golpes, contra la pared, los puños sangran. No hay estigmas, ni procesiones o saetas, hoy no soy numerario. Me hago daño, pero hoy no es por Él. Y ahora me quedo sin aire, por segundos que intento alargar intentando no parar. Sigo pensando en tu cuerpo contra el mío. Silencio. Estoy bajo la cama, no hay luz, no hay sombras, un único ruido, el sollozo de un animal que no ha madurado y patalea, impotente. No hay contacto sexual que no conlleve esfuerzo físico. Ni mental. Y por eso me ato, y me dejo besar, para enamorarte. Pero yo también te beso e intento ahogarme con tu lengua. Que no me hagas ir bajo la cama, con un miedo que sólo recuerdo tener cuando era virgen. Como si el deseo hubiera hecho de mí otra persona, más fuerte, segura de sí misma y que sabe quién es e intenta olvidar tantas veces de dónde viene. Hoy estoy solo, pero mañana estaré contigo. Y seré grande, mucho más grande, tanto como todo lo que soy capaz de meter en mi boca.


martes, 10 de noviembre de 2009

Suero lácteo concentrado, queso, leche desnatada, proteínas de leche, mantequilla, almidón modificado, sales fundentes (E331, E452, E339), sal, correc

tor de acidez (E330), conservador (E202). CONTIENE LECHE.

Brutalidad, abuso y maltrato sistemáticos es lo que te espera si no consigues seguir viendo en ti la perfección de lo que has creado. Llega un momento en el que hemos de sentirnos responsables de la persona que somos, aceptando y asumiendo nuestros pensamientos y acciones como un efecto de toda causa que hayamos propiciado. Y, como de nosotros mismos se trata, hemos de sentirnos bien por todo lo que gestionamos en algún momento de nuestra vida y que ahora se materializa en frases, situaciones y maneras de hacer que son lo mejor que tenemos para vendernos. Es, en el momento en el que hay una subversión escondida y que no queremos esclarecer, cuando todo empezará a fallar.

Los últimos sentimientos que me mueven son las ganas de pasarlo bien, el cariño rápidamente absorbido y ese juego de poder, no-poder y sumisión. A diferencia de anteriores capítulos, no hay ahora una ñoñería en mí que no reconocería ni mi madre. Hay detalles, muy cuidados, sin embargo no está la delicadeza de tener educación a cada segundo. Están los cambios de tono, el ímpetu de besar y la naturalidad brusca de quien te mira y te vuelve a mirar pero que no coincide cuando tú estás mirando. No hay un guión, sino el miedo de vivir el reality y no saber cuándo se acaba. Ni si ha empezado. Porque todo juego moderno tiene tras la doble cara, otra pared de cartón.

Ya estoy corriendo. Y es que llevo entrenándome demasiado tiempo y, siendo de los mejores, posiblemente sea ahora cuando tenga más competidores que nunca. Y en esta carrera lucho por ir despacio, sigiloso, para hacerlo bien, que no tiene nada que ver con que algo salga mal y no nos sentemos en la misma mesa. Estoy aprendiendo a sufrir, dando a la vez el toque exacto de lo que siempre he sido. Ser natural en mí quizá tenga esa fachada también de show. Era asombroso ver cómo hace un mes estaba reducido a la humildad, a un cierto sometimiento y a las ganas locas de ser feliz. Ahora, restablecidos mis sentimientos, hablo de orgullo, pasión y ambición. Arriesgo lo que sea con tal de tener otra noche como la del otro día, porque sí, date cuenta, nada de esto está reñido con echarte de menos.

Y un poquito de humor para este blog, que últimamente parece que sólo me mato a pajas con cine gore. Cuando todos sabemos que no lo necesito.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Como hojas que danzan al viento o porque la noche que ví por primera vez a Love of lesbian en concierto ya te conocía de antes

Parental Advisory: Explicit Content

Hoy parecía que iba a ser la tarde más aburrida del mundo, pero en algún momento han surgido, sin saber cómo, una serie de ideas y juegos de lo más turbulento. Cinco chicos amparados en la vieja habitación de juegos de la residencia, amodorrados en los sofás dejando las canciones sonar. No era la música heavy lo único que estaba afectando a nuestra capacidad motriz y psíquica, había más cosas encima de la mesa. Y de pronto, idea de feliz, que no puedo aventurarme a decir que fuera mía porque no lo recuerdo.

Uno de nosotros se encontraba arrodillado en el suelo. Alrededor de él, de pie, el resto. Estábamos vestidos, no se trataba de ningún tipo de felación colectiva o cosa que se le pudiese parecer. Al que estaba en el suelo, una vez cerrados los ojos, se le agarraba del cuello y se le pedía que no respirase. Al mismo tiempo se le empezaba a mover intentando marearlo. No muchos segundos después, caía desplomado al suelo.

Los momentos de inconsciencia. Entre tanto fotos y agua sobre su cara. Unos minutos después, le tocaba al siguiente. Y así un par de horas, organizando desmayos para evadirnos del aburrimiento y de toda la perfección de nuestra estructurada vida. Justo en el segundo en el que alguien tocaba el suelo con su cabeza y veía la vulnerabilidad de su vida, me hacía crecer un morbo exponencial que pocas veces he sentido. Era algo así como ver una y otra vez ‘Un perro andaluz’ de Buñuel. Nuestras conversaciones, mientras tanto, se reducían al último golpe de cabeza contra el cabecero de la cama el día que follamos con la hermana del primero que se había desmayado o al día que dejamos a éste encerrado en aquella casa que apropiamos como nuestra durante unas horas para dar rienda suelta a nuestra aprehensión por el vandalismo.

Es, ahora, decisión y responsabilidad tuya creerte esto en su totalidad, en parte o ni siquiera hacerle caso. Yo que tú, por si acaso, lo tendría en cuenta.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Colección Baarco

Los primeros censos, en el sentido de como hoy los conocemos, surgieron en Suecia en 1840. Esto no es un hecho relevante, o eso es lo que pretendes creer.

No suelo hacer regalos. Porque se me olvida y me da pereza. Últimamente no me hace feliz recorrer los mismos sitios de Madrid de siempre, con unas cuantas copas encima, con un objetivo oculto de besar a alguien. Hace mucho tiempo que no tengo citas de esas en las que se busca el primer beso. La razón es que de aquí a hace ya bastantes historias de cama, los primeros besos van antes de cualquier cita. La conveniencia o no de esto es únicamente un hecho moral del que carece este artículo. Como la ausencia de moralidad que presentaban esas personas que compartían sábanas conmigo cuando yo tenía diecisiete años, yo con una intención primaria de hacer lo que se consideraba un acto de madurez y, como propósito secundario, el de los recién nacidos, obtener placer.

Del mismo modo que esa falta de citas sin guión ni montajes, echaba de menos pasarnos el humo del porro. Y anoche lo hicimos. Otra serie de cosas o hechos que tengo en falta, sin considerar esto un capítulo repleto de flashbacks -sed pacientes-, es recoger frutos en el parque, guardarlos en la zapatilla, bajo la planta del pie e intentar llegar a casa sin que madre se enterara para poder tener esos tesoros escondidos en algún cajón. Claramente las madres que nos han parido son mucho más listas que un niño de ocho años. La obsesión de mi hermana por las aventuras de Manolito Gafotas, colarnos en obras y fumar, otra vez, las Navidades sin amigos, en familia y sin internet ni móviles, pero con los capítulos de los Pitufos.

Ganas de recordar, aunque con una nostalgia muy controlada. Épocas como focos intensivos del próximo desarrollo, como las de la risa falsa que, aunque intento reinterpretarla, no lo consigo. Mi móvil es al menos un lugar donde la vida se para más tiempo, quizá hoy no lo entiendas. Y por contar alguno de los sueños que tenía cuando era pequeño, que tú y yo estuviéramos en el mismo censo, con esa probabilidad tan remota de conocernos.