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sábado, 7 de noviembre de 2009

Colección Baarco

Los primeros censos, en el sentido de como hoy los conocemos, surgieron en Suecia en 1840. Esto no es un hecho relevante, o eso es lo que pretendes creer.

No suelo hacer regalos. Porque se me olvida y me da pereza. Últimamente no me hace feliz recorrer los mismos sitios de Madrid de siempre, con unas cuantas copas encima, con un objetivo oculto de besar a alguien. Hace mucho tiempo que no tengo citas de esas en las que se busca el primer beso. La razón es que de aquí a hace ya bastantes historias de cama, los primeros besos van antes de cualquier cita. La conveniencia o no de esto es únicamente un hecho moral del que carece este artículo. Como la ausencia de moralidad que presentaban esas personas que compartían sábanas conmigo cuando yo tenía diecisiete años, yo con una intención primaria de hacer lo que se consideraba un acto de madurez y, como propósito secundario, el de los recién nacidos, obtener placer.

Del mismo modo que esa falta de citas sin guión ni montajes, echaba de menos pasarnos el humo del porro. Y anoche lo hicimos. Otra serie de cosas o hechos que tengo en falta, sin considerar esto un capítulo repleto de flashbacks -sed pacientes-, es recoger frutos en el parque, guardarlos en la zapatilla, bajo la planta del pie e intentar llegar a casa sin que madre se enterara para poder tener esos tesoros escondidos en algún cajón. Claramente las madres que nos han parido son mucho más listas que un niño de ocho años. La obsesión de mi hermana por las aventuras de Manolito Gafotas, colarnos en obras y fumar, otra vez, las Navidades sin amigos, en familia y sin internet ni móviles, pero con los capítulos de los Pitufos.

Ganas de recordar, aunque con una nostalgia muy controlada. Épocas como focos intensivos del próximo desarrollo, como las de la risa falsa que, aunque intento reinterpretarla, no lo consigo. Mi móvil es al menos un lugar donde la vida se para más tiempo, quizá hoy no lo entiendas. Y por contar alguno de los sueños que tenía cuando era pequeño, que tú y yo estuviéramos en el mismo censo, con esa probabilidad tan remota de conocernos.

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